Comencé a perder el control poco a poco de la nada, primero por la belleza de una mujer y luego por no tenerla o por estar lejos de …
Julia estaba en mi casa, había hablado con ella por teléfono
–oye, –le dije–, deberíamos jugar póquer de prendas.
Creí que no aceptaría. Aceptó.
Pasé por ella a las 2 de la tarde, no habíamos comido, pero había una cantina surtida en mi casa. El departamento tenía una alfombra verde y el reproductor de música emita una pequeña luz azul.
Comenzamos a jugar, cada tanto una prenda iba fuera. Los ases estaban de mi lado.
Julia traía una pequeña ropa, sexy, con encaje negro sobre seda gris.
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